Tecnología

La impresora de fotos perfecta no existe

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Hablé hace algún tiempo del síndrome ‘Yo estuve allí ‘ -primo hermano del «Hoy he comido esto»-, y ambos son consecuencia de nuestra enfermiza afición a capturar el momento en vez de disfrutarlo. Hace tiempo que yo, por ejemplo, no revisito las fotos de mis peques, aunque al menos sí tengo medio solucionado el tema de su gestión y almacenamiento

En esas estaba cuando hoy he visto el artículo de The Wall Street Journal en el que Joanna Stern hacía un repaso a las «cámaras instantáneas» actuales, esas que tratan de ser herederas de las legendarias Polaroid y que parece ser que están teniendo un éxito bastante razonable (Fujifilm vendió 5 millones de ellas el año pasado). 

Y eso a pesar de cómo está el mercado: las cámaras que Polaroid vendía hace cuatro décadas no han evolucionado demasiado: los modelos son aparatosos, los resultados discretos y los costes (1 dólar por foto), elevados. Esas cámaras instantáneas son un capricho simpático. Sin más. 

Epson

Todo parece glorioso en las fotos que los fabricantes nos ofrecen de sus impresoras. No caigas en la trampa. Corred, insensatos.

El artículo me ha hecho repensarme mi estrategia de impresión de fotos. Seguro que a alguno le sorprende, pero en casa no tenemos impresora de color: usamos una láser multifunción por conveniencia -¿os acordáis de mi historia con ella?-, y siempre que hemos necesitado imprimir fotos hemos acabado acudiendo a los servicios online típicos. Es la solución más barata y los resultados suelen ser muy aceptables, así que si uno no tiene prisa es imposible competir con esos servicios. 

El problema es que en ocasiones veo muertos uno puede tener prisa, así que de repente me he planteado una potencial compra. ¿Y si me decidiera por alguna impresora fotográfica para esas tomas que quiero tener en este preciso instante, por el motivo que sea? ¿Qué elegir en ese caso? 

Las opciones son numerosas, claro. Si tuviera que fiarme de alguna guía, lo haría de esta de The Wirecutter, pero el problema es que recomiendan impresoras profesionales o semiprofesionales. La Epson SureColor P600 que ponen por las nubes (ya pueden hacerlo) ronda los 650 euros en Amazon, y su alternativa, la Canon Pixma Pro-100S, ronda los 470 euros. La comparativa, me temo, no es para mí.

De hecho el autor desprecia directamente los modelos por debajo de los 100 dólares, algo que me parece un error porque precisamente estas impresoras (desechables) son las que elige el gran público que busca poder imprimir algo de forma sencilla, rápida y engañosamente barata cuando le apetezca. Son las que copan los mostradores de centros comerciales y tiendas especializadas (ja) en las que estos modelos se venden casi como si fueran bolsas de patatas. Póngame cuarto y mitad de esa Deskjet, por favor. 

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El problema es que precisamente compramos esas impresoras al peso sin saber a qué nos enfrentamos. Sobre todo, en el tema de los costes: ya sabéis que la tinta de impresora es uno de los líquidos más caros que existen, y de hecho las impresoras son las alumnas aventajadas de un modelo de negocio excepcional: el de la maquinilla y las cuchillas de afeitar. Uno compra en el súper una maquinilla sin darse cuenta de que lo que le va a arruinar son los recambios en forma de cuchillas, así que o te pones en plan Cocodrilo Dundee o te toca pasar por caja. 

Pues lo mismo con las impresoras de tinta: lo que cuesta no es la impresora, claro, sino la tinta. Es el freebie marketing que tiene entrada propia en la Wikipedia: vendes un producto a un precio bajo -o lo regalas, como los álbumes de cromos a la salida del cole- y te forras a base del bien complementario, del que inflas los precios a tu gusto porque sabes que lo uno no sirve de nada sin lo otro. 

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Aquí los fabricantes de impresoras siempre han ocultado ese parámetro, pero algunos han intentado darle una vueltecita de tuerca al segmento con ideas curiosas. A mí me parecía particularmente interesante la de los cartuchos rellenables: en lugar de comprar un cartucho entero, lo que compras es la tinta para rellenarlos, algo que teóricamente es más respetuoso con el medio ambiente y además reduce (también teóricamente) el coste de la tinta y del mantenimiento de tu equipo. En realidad lo de rellenar los cartuchos se podía hacer a lo McGyver en muchos casos, pero ahora fabricantes como Epson nos dicen que sus EcoTank (el nombre es pegadizo, lo admito) están destinadas a terminar con la pesadilla de los cartuchos rellenables.

Todo esto está muy bien, pero aun en el caso de que sea más barato -que no me queda muy claro- hay otro factor a tener en cuenta: ya sé el precio por ml de tinta -es algo que por ejemplo indican en la comparativa de The Wirecutter que enlazaba antes- pero ¿cuál es el coste por copia (a calidad «normal»)? Aquí de nuevo la cosa se complica porque cada impresora tiene un gasto determinado y eso de que aquella que has comprado aguante chorrocientas páginas en color no da demasiadas garantías. Uno acaba encontrándose con que en realidad aguantaba bastante menos, que las fotos no salen muy allá tras las tres primeras, y que uno de los cartuchos ya está lloriqueando: vuelta al súper de turno, y otro cuarto y mitad de impresora barata diferente pero igual de prometedora que la primera. Y mientras ahí estamos, contribuyendo a enmierdar más el planeta. Tras 20 minutos de investigar me he dado cuenta de varias cosas.

  1. Necesitaría una semana de vacaciones para estudiarme bien todo esto y perfilar mi compra.
  2. Aún haciéndolo es imposible asegurar que mi elección fuera la mejor porque no hay un estándar de pruebas de impresora que permita establecer referencias ni comparar en igualdad de condiciones.
  3. Para perfilar la ganadora necesitaría datos reales de los fabricantes en cuanto a coste y autonomía de sus consumibles, algo que ninguno da para evitar que se nos pongan los pelos de punta. 

Eso me lleva a dos potenciales conclusiones:

  1. Jugar a la ruleta rusa, pillar cuarto y mitad de la Deskjet y rezar para que me dure más de tres fotos o,
  2. Olvidarme de esta búsqueda imposible y acudir al servicio de impresión online. Eso entra enconflicto con la premisa («¿y si tengo prisa?»), pero hay solución hasta para eso: siempre habrá un familiar, un amigo o un vecino dispuesto a echarte un cable. 

Lo que decía: la impresora perfecta no existe. De hecho, dudo que exista jamás.
 


 

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3 comentarios en “La impresora de fotos perfecta no existe

  1. Falogalego dice:

    En mi caso para esas 10 fotos que sacaré en toda la vida de la impresora, más los típicos trabajos escolares y algún imprevisto creo que no merece la pena hacer aproximaciones Chi-cuadrado de Pearson.
    Me ponga cuarto y mitad de Deskjet y asumo la posible desviación y el consecuente mayor gasto en mi decisión.
    Para un servicio de calidad fotográfico utilizaré servicios externos 🙂

    Si miraramos con lupa todo lo que compramos …

    Saludos.

Comentarios cerrados