Tecnología

El Chromecast ya es mío

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Vaya días de cacharritos nuevos. Muchos posts pendientes, pero uno de los importantes (aunque no con la extensión debida) toca hoy, porque voy con retraso a todo. Pero que sepáis que la Xbox One ya es mía 😉 aunque en estos momentos ni siquiera he podido llegar a jugar, y mientras se actualiza me he decidido a escribir estas primeras impresiones del otro pequeño gran cacharrín que me he agenciado.

Y es que tenía muchas ganas de echarle el guante al Chromecast de Google, y aprovechando la visita de una mis hermanitas residentes en Yanquilandia hice encargo obligado vía Amazon a su casita en el país del yeswecan. «Haz sitio para un Chromecast, porfaplis«. Dicho y hecho, el sábado lo tenía conmigo, así que por la noche –en vez de irme de farra, qué cosas– me quedé probando el invento.

El Chromecast ya causa una fantástica impresión nada más hacer el unboxing. Qué cajita tan bien pensada y tan completa. Con los cables necesarios (incluso un siempre útil USB a microUSB que ya en algunos sitios costaría unos euritos) y con esa simplicidad tan de Google que se nota hasta en el proceso de instalación. Poner el Chromecast en marcha es tan sencillo como usarlo, y simplemente hay que unirlo a la red WiFi que uses para que se actualice. A partir de ahí instalas la aplicación correspondiente en Android o iOS (o la extensión en Chrome en tu SO favorito) y a tirar millas.

El funcionamiento nativo, el que por ahora nos deja hacer Google de su Chromecast, es perfecto. Recuerda mucho a Apple y a su «just works» incluso con esa coletilla tan maquera que nadie te cuenta antes («siempre que no te salgas del tiesto»). Chromecast funciona perfecto con lo que tiene que funcionar. Con YouTube, con cualquier pestaña de Chrome, y con las aplicaciones adicionales que por ahora tienen solo sentido en Estados Unidos. Controlar la reproducción de YouTube con tu móvil pero verlo en la tele (o el proyector, ya puestos) es una chulada, y todo parece casi mágico.

Lo mismo ocurre con su funcionamiento desde el navegador, quizás algo más farragoso. Hacer el «cast» desde una pestaña o compartir el escritorio completo es una chulada, y aunque existe un ligero lag de –yo diría– medio segundo, la experiencia de usuario es notable.

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Por supuesto, al Chromecast aún le falta un hervor, porque aun cuando Google quiere controlar la experiencia, lo ideal es que este pequeñín pueda hacer mucho más. En mi caso, lo ideal sería que pudiera reproducir contenidos locales (mi Synology está pidiendo a gritos un cliente que pueda hacer «cast» al cacharrito), cosa que se puede hacer un poco por caminos alternativos. Por ejemplo, reproduciendo un vídeo en Chrome (Archivo -> Abrir Archivo y listo). Lamentablemente, no todos funcionan, y hay problemas especiales con los MKV por los códecs utilizados: verás el vídeo en todos (o al menos esa fue mi experiencia), pero olvídate del sonido. La solución cutre, instalar un Plex Media Server (lo hice, como todo, con mis pruebas desde el MacBook Air) y acceder a la interfaz web de Plex desde Chrome. Eso hace que sí puedas reproducir vídeos vía Chromecast en la tele, pero el tema es incómodo porque a Chrome le cuesta un huevo decodificar el vídeo, y mi MacBook Air empieza a bufar quejándose de que ni el procesador ni la GPU están haciendo a gusto su trabajo, algo que sí haría por ejemplo un VLC preparado para estas cosas que pudiera hacer cast a Chromecast.

Tengo esperanzas de que esas limitaciones –y otras muchas que seguro que ha visto mucha gente– se resuelvan pronto, sobre todo porque Google ya ha anunciado Hackaton para principios de diciembre en el que animará a empresas y desarrolladores a que saquen partido de una API algo más permisiva para darle caña al Chromecast. De momento, me conformo. Cómo no hacerlo. Por 35 miserables dólares tengo un invento que parece casi mágico.

Ale, os dejo. Me toca jugar (¡por fin!) a la Xbox One 😉

Actualización (19/03/2014): Ya podéis comprarlo en España, por ejemplo en Amazon (enlace afiliado, aviso)

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2 comentarios en “El Chromecast ya es mío

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